¿Qué hace que un estudiante tenga buenos resultados académicos?

Siete investigadores educativos y un nutrido grupo de expertos se dieron cita durante el pasado V Seminario Internacional de Investigación sobre Calidad de la Educación del Icfes para presentar los hallazgos de sus trabajos sobre los factores que inciden sobre los resultados académicos de los estudiantes. Desde 2009, el Icfes tiene una oficina de investigación que se preocupa por traducir la vasta cantidad de información que recogen en las pruebas estatales en políticas para mejorar la educación. Los seminarios de investigación en los que se socializan experiencias significativas nacionales e internacionales forman parte de ese objetivo.

“En el país hace falta hacer investigación educativa. Es fundamental para que podamos analizar en detalle los datos que nos están dando las pruebas, pero lo que necesitamos es ahondar en esa información, necesitamos investigadores que quieran sumergirse en los datos y sacar de ellos material que nos permita mejorar el sistema educativo”, afirmó la directora general del Icfes, Ximena Dueñas Herrera, en conversación con Semana Educación.

Entonces, ¿qué hace que un estudiante tenga buenos resultados académicos? Los investigadores coinciden en que primero hay que llevar esta pregunta más atrás. ¿Qué significa tener buenos resultados? ¿Un buen puntaje en pruebas estandarizadas o una buena nota en la materia? ¿Es mejor un estudiante que mejora su desempeño o uno que mantiene excelentes calificaciones? Todo, dicen los expertos, depende del contexto y de los indicadores que cada país o institución determine: la calidad de la educación se construye con múltiples factores.

Los maestros son claves, pero hace falta formación

Thilo Kleickmann, jefe del Grupo de Investigación de Competencias Profesionales de los Profesore del Instituto Leibniz de Educación en Ciencia y Matemática en Alemania, ha estudiado cómo las competencias profesionales de los docentes activan la experiencia de aprendizaje de los alumnos. Según la evidencia que ha recogido Kleickmannn, los profesores son fundamentales para mejorar la calidad de la educación, y para tener mejores educadores hay que invertir en su formación profesional.

“Sabemos que los profesores que participan en programas de formación profesional tienen más competencias para enseñar. Los maestros necesitan más capacitación, y entonces hablamos de dos tipos de educación indispensable: tanto en su método didáctico como en su saber disciplinar. Con el primero logran llevar efectivamente el conocimiento a sus alumnos, y ese conocimiento debe ser bueno y actualizado, y ahí entra el segundo componente”, afirma Kleickmann.

En su estudio experimental, este investigador encontró que los maestros que participaban en programas de formación lograban atraer y motivar más a los estudiantes, y ocurrió que no solo aprendían más sino que entendían mejor. Además, pudo comprobar que ser un experto en la materia no es suficiente para ser un buen profesor; hace falta el componente pedagógico.

En cuanto a los maestros ‘toderos’ o generalistas, una tendencia fuerte en la educación básica y media de nuestro país, Kleickmann afirma que es una discusión difícil. “Desde un ámbito de contenidos diría que es mejor que los profesores solo se especialicen en máximo dos materias, pero hay argumentos para tener profesores más generalizados, bien sea para solventar la falta de docentes o para mejorar el manejo disciplinar y administrativo del salón. Creo que entre mayores sean los niños es necesario que los maestros sean más especializados tanto en sus materias como en el proceder pedagógico”, afirma.

Discriminación estadística

La calidad de los maestros es un factor definitivo, pero no es el único. Experiencias exitosas en Colombia y el mundo confirman la tesis de Kleickmann y además resaltan que hay que devolverle la dignidad al docente e invertir en formación para su desarrollo personal. Después de todo, los profesores son humanos y su forma de ser y pensar tienen una gran influencia sobre sus alumnos.

Ricardo Madeira, profesor de la Universidad de Sao Paulo, ha estudiado las desigualdades raciales entre los estudiantes brasileños desde hace cuatro años. Lo que encontró no solo es sorprendente para Brasil, que se considera una democracia racial, sino que pone en evidencia que los docentes, sus criterios y decisiones también son producto de su entorno.

Madeira primero identificó que en el mercado laboral brasileño hay una gran diferencia entre blancos y negros; los primeros tienen mejores ingresos y menores tasas de desempleo. Buscando la causa, el investigador encontró que depende en gran medida de sus capacidades y de la educación que han recibido, y que los blancos por lo general tenían más educación que los negros.

“Siguiendo el desempeño de un grupo de estudiantes de la misma clase en primero de primaria vimos que había una brecha: los alumnos blancos obtenían siempre mejores calificaciones que los alumnos negros. Al finalizar el año escolar la brecha permanecía y se supone que el trabajo de la escuela es cerrarla”, afirma Madeiro.

Para investigar qué estaba sucediendo, el grupo de Madeiro estudió los puntajes que los niños recibían en las pruebas estandarizadas y los comparó con las calificaciones que les dieron sus maestros en el mismo examen. Se dieron cuenta de que aunque obtuvieran el mismo puntaje en las pruebas que califican las máquinas, los estudiantes negros recibían peores calificaciones por parte de sus profesores que sus compañeros blancos.

“Hay discriminación estadística, que es en la que la gente usa la información que conoce de la población para intentar tomar decisiones. Lo que saben los profesores es que hay una tendencia a que la población negra tenga menores índices de calidad y ellos usan esta información a la hora de calificar. Sin embargo, esta discriminación, que es involuntaria, puede desaparecer si los docentes conocen a los estudiantes porque así pueden reconocer que son igualmente buenos. Los profesores también tienen que afinar su forma de calificar, tienen que entrenarse para calificar mejor, porque si aprenden a ser más objetivos harán menos discriminación”, afirma Madeiro.

Otros factores: nivel socioeconómico, estilos parentales y conflicto

Carolina Lopera, funcionaria de la oficina de investigaciones del Icfes, fue la encargada de coordinar el estudio de contexto escolar y social del aprendizaje en Colombia, la ponencia principal del V Seminario Internacional de Investigación sobre Calidad de la Educación. Esta investigación indagó acerca de los factores que hacían qué unos estudiantes obtuvieran mejores puntajes que otros en las pruebas Saber de 3º, 5º y 9º. En el estudio participaron un millón doscientos mil estudiantes y los rectores, padres de familia y docentes también contestaron una serie de cuestionarios.

Lopera explica, sin sorpresa, que el estudio encontró que el nivel socioeconómico de los estudiantes explica por lo menos el 20 por ciento de la varianza en el puntaje. “Aparte de esto hay unos factores en el hogar que nos ayudaron a entender cómo el contexto incide en los resultados académicos de los estudiantes”, afirma.

La investigadora se refiere a los estilos de crianza: qué tanto se involucran los padres en los procesos educativos de sus hijos y cómo los apoyan y motivan, entre otras. “Encontramos que hay estilos parentales permisivos y negligentes que hacen que los estudiantes tengan hasta 20 puntos menos en el logro educativo”, explica Lopera. “Cerca del 50 por ciento de la población tiene papás asertivos, afortunadamente, mientras que 2 de cada 10 tienen padres negligentes o permisivos, y eso no cambia mucho ni por nivel socioeconómico ni por zonas rurales o urbanas. Además, no tiene que ver con los recursos que los padres puedan invertir y ni siquiera con la atención que les den personalmente; una familia puede escoger a un tercero para cuidar a sus hijos, y si está persona los estimula y apoya van a tener mejores desempeños”.

El estudio encontró que la escuela juega un papel importante cerrando las brechas y cambiando el ambiente en el que los estudiantes viven, ofreciéndoles un espacio seguro y con recursos que les permiten desarrollar habilidades que no podrían cultivar en casa. En la medida en que la escuela es capaz de darle acceso a los estudiantes a esas cosas que su familia no pueda adquirir, la escuela se vuelve protectora de los estudiantes y una herramienta de transformación social.

Fuente: http://www.semana.com/educacion