La educación ambiental, como algo formal, apareció en 1972 con la Declaración de Estocolmo. En Latinoamérica esta cultura surgió hasta la década de los 80, y se valora la importancia de este tema, informándose de todos los daños que sufre nuestro planeta y cómo se puede revertir el cambio climático y otros fenómenos que están acabando con los ecosistemas del planeta.
Esta celebración tiene su origen en 1975, año en que se realizó en Belgrado el “Seminario Internacional de Educación Ambiental”, donde expertos de más de 70 países analizaron la situación ambiental mundial en el marco de las Naciones Unidas. El resultado de este seminario fue la “Carta de Belgrado”, documento que establece la meta, objetivos, destinatarios y directrices básicas de la Educación Ambiental en el futuro.
En si la frase “educación ambiental” fue definida por primera vez por el Dr. William Stapp de la Universidad de Míchigan en 1969, quién buscaba concienciar a la población a través de la educación y deseaba que muchos gobiernos emplearan las energías alternativas para aprovechar los factores ambientales y así no alterar el medio.
Al respecto, en el Perú, con la finalidad de formar ciudadanos ambientalmente responsables y construir una sociedad que crezca y se desarrolle de forma sostenible, se aprobó recientemente la Política Nacional de Educación Ambiental, gracias a la propuesta elaborada por el Ministerio de Educación con la colaboración del Ministerio de Ambiente. Tal norma introduce en la agenda política y educativa nacional, la urgente necesidad de crear en nuestros actuales y futuros ciudadanos, desde las aulas, una conciencia y cultura ambiental.
De esta forma, los siete ejes estratégicos en las que se despliega la educación ambiental están siendo implementados desde el presente año en el sistema educativo nacional.
Esto significa que se formarán peruanos capaces de respetar, proteger y conservar, toda forma de vida, de asumir los impactos ambientales de su actividad, de valorar los saberes ancestrales que expresan armonía entre el ser humano y la naturaleza, de respetar los estilos de vida de grupos y culturas distintas, y de trabajar por el bienestar humano respetando la tierra que heredaremos a las futuras generaciones.
Se trata entonces de generar competencias como la protección, el consumo responsable, el compromiso y la gestión ambiental de manera transversal, tanto en el currículo educativo básico como en los centros de educación técnico productiva, institutos tecnológicos, pedagógicos y en la educación universitaria, para a través de ellos llegar a toda la ciudadanía en general para que participe activamente en la gestión ambiental.
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