Poco es lo que hace el Ministerio de Educación para enfrentar la ola de violencia en los colegios de Lima y del resto del país. El problema se ha desbordado y se necesitan medidas efectivas que pongan freno a actos que lindan con lo delictivo.
Ante la terrible agresión que acaba de sufrir un alumno del colegio Alfonso Ugarte, apuñalado por estudiantes del Melitón Carvajal, llama la atención que la respuesta de la autoridad haya sido reforzar la seguridad policial de ambos planteles, cambiar el horario de salida de los escolares y revisar de manera inopinada las mochilas de los colegiales. También ha ofrecido que los profesores se reunirán con los padres de familia y, además, brindarán asesorías a los escolares en coordinación con el Colegio de Psicólogos.
La pregunta es si esto es suficiente. La violencia escolar afecta el proceso enseñanza-aprendizaje, la relación entre estudiantes y profesores, y sobre todo crea hábitos negativos en los niños y adolescentes que los marcarán de por vida. Además, el acoso físico y moral entre los escolares –denominado ‘bullying’– no solo se ha convertido en moneda corriente en los planteles, sino que el número de víctimas ha aumentado.
Lejos de reducir estas prácticas, hay una subestimación de los casos porque como no hay sanción para nadie, muchos menores de edad prefieren callar y no denunciar las agresiones.
El Ministerio de Educación debe poner en marcha medidas globales que refuercen el currículo escolar y que se extiendan a todas la actividades educativas de manera transversal.
La familia no puede estar ausente en este proceso y debe participar en la planificación y realización de dichas actividades, junto con sus hijos y los profesores. Frente al ‘bullying’ se requiere fortalecer la autoridad escolar y elevar la autoestima de los estudiantes en todos sus componentes.
Fuente: Editorial el Comercio