Vale la pena conocer el estudio “Impacto de la inteligencia emocional percibida, actitudes sociales y expectativas del profesor en el rendimiento académico” elaborado por Mª Isabel Jiménez Morales y Esther López Zafra en España. Pretendía comprobar el papel que la Inteligencia Emocional (percibida por los alumnos) y las competencias sociales tienen en el rendimiento académico de los adolescentes, así como el rol de las expectativas de los profesores en el rendimiento de los alumnos de Educación Secundaria Obligatoria en España. (Electronic Journal of Research in Educational Psychology, 11(1), 075-098, Nº 29, 2013).
Para ello tomaron como muestra 193 estudiantes de secundaria con edades comprendidas entre 11 y 16 años, 50.7% hombres y 49.3% mujeres, que completaron un auto informe de inteligencia emocional.
Para el rendimiento académico se usaron sus notas y para las expectativas de los profesores sobre el rendimiento se empleó una escala psicométrica del tipo Likert (un método de evaluaciones sumarias) de elaboración propia que valoraba los distintos indicadores de comportamiento. Para beneficio de los lectores, reseñaré el estudio con extractos del mismo y un comentario final.
Los resultados mostraron que las actitudes pro-sociales fueron un predictor positivo y significativo no solo del rendimiento académico sino también del nivel de inteligencia emocional percibida de los estudiantes, y a la vez desempeña un rol determinante en las expectativas del profesor.
1). Los estudiantes que presentan actitudes pro-sociales, es decir, que muestran en el aula un comportamiento más sensible, empático y de colaboración (o sea que son más competentes socialmente), obtuvieron mejor rendimiento académico que el de sus compañeros que habían presentado comportamientos asociales como apatía y retraimiento y antisociales como ser dominantes y agresivos. Esta correlación resultó ser bidireccional, es decir, válida en ambos sentidos. Esto tiene sentido porque para tener buena adaptación social y académica (habilidades emocionales) el estudiante tiene que saber establecer relaciones armoniosas con compañeros y profesores. Personas sensibles a las necesidades de los demás, altruistas, colaboradores, conciliadores, respetuosos de las normas sociales, logran un mejor rendimiento escolar.
2). Se produjeron correlaciones positivas entre la percepción de los estudiantes sobre sus habilidades emocionales y sus actitudes sociales. Los jóvenes que prestan atención a sus emociones, a la comprensión y reparación de estados afectivos y se perciben a sí mismos como competentes emocionalmente, presentan actitudes y comportamientos que favorecen la interacción social adecuada con sus pares.
3). Al clasificar a los alumnos en función de su rendimiento académico (grupo de bajo rendimiento versus grupo de rendimiento medio-alto) se encontraron diferencias entre ambos, de modo que quienes tuvieron mayor atención a los estados emocionales y vocación de reparación de los estados afectivos negativos obtuvieron un rendimiento medio superior. Si bien la relación entre inteligencia emocional y rendimiento académico no es directa, si es indirecta por el efecto que ejerce la inteligencia emocional en el ajuste psicológico y la competencia social que sí están estrechamente correlacionados.
4). Hay correlaciones positivas significativas entre las actitudes sociales de los alumnos y las expectativas del profesor que evidencia tener una expectativa superior sobre el rendimiento académico en el caso de los alumnos con actitudes pro-sociales. Esto tiene sentido porque las expectativas y opiniones que los profesores tienen acerca de sus alumnos, dirigen la atención y organizan la memoria de manera que el profesor puede atender y recordar especialmente aquella información relativa al alumno, e interactuar con él de un modo congruente con sus expectativas iniciales, produciéndose el efecto de la profecía auto-cumplida.
Es más probable que los estudiantes que presentan dificultades a la hora de manejar sus emociones presenten actitudes asociales o antisociales y por tanto tengan una mayor probabilidad de experimentar dificultades en su adaptación a su entorno social, y es probable que estos alumnos generen bajas expectativas en sus profesores y finalmente, en consecuencia, un rendimiento académico menor.
Pienso que este estudio no revela nada original, pero sí da fundamento científico a todos aquellos que desde hace tiempo venimos sosteniendo que el desarrollo de la inteligencia emocional y las habilidades sociales de los alumnos deberían tener mucho más espacio en la vida escolar, no solo por su propio valor sino por el impacto positivo que tienen en el rendimiento general de los alumnos y la convivencia armoniosa entre todos ellos.
León Trahtemberg
Fuente: Diario El Tiempo (Piura)