Uno de los principales enemigos del desempeño escolar de los niños es la interpretación que ellos hacen de su inteligencia. Eso explica por qué niños muy hábiles evitan encarar retos académicos exigentes y dejan de gustar de las clases cuando llegan a la secundaria.
Eso es lo que nos explica Carol Dweck de la Universidad de Columbia (Harvard Education Letter noviembre/diciembre 1992). Ella examinó las tres áreas críticas que determinan si los alumnos que pasan de primaria a secundaria continuarán respondiendo a las expectativas que están depositadas en ellos: sus creencias sobre la inteligencia, sus respuestas ante los desafíos académicos difíciles, y las recompensas que ellos esperan de su trabajo escolar.
Según Carol Dweck la mayoría de los niños al iniciar su escolaridad tienen una visión «incremental» de su inteligencia. Es decir, creen que las personas se vuelven más inteligentes y hábiles en la medida que se esfuerzan y estudian mucho. Pero hacia el tercer o cuarto grado de primaria muchos niños descubren una visión «estática» de sus habilidades, como si se tratara de una entidad permanente e inmodificable. Según esta visión, el niño nace con una cierta cantidad de inteligencia natural que es la que determinará cuan hábil es o será la persona a lo largo de su vida.
Dweck y Valanne Henderson, de la Universidad de Illinois, entrevistaron 229 jóvenes que pasaban del 6to. de primaria a 1ero. de secundaria, encontrando que muchos de los alumnos que rindieron bien en 6to. grado y tenían confianza en sus habilidades «estáticas» empezaron a recibir notas por debajo de lo esperado en 1ero. de secundaria. Mientras tanto, los portadores de la visión «incremental» de las habilidades lograban mantener o mejorar su performance al pasar de año. Inclusive, «incrementalistas» con baja autoestima obtuvieron mejores notas en secundaria que los «estáticos» con alta autoestima.
¿Cómo se explica esto? Dweck estudió como respondían los alumnos a la pregunta ¿cuándo te sientes hábil? Los «incrementalistas» mencionaron situaciones en las cuales luego de no lograr algo, hicieron esfuerzos hasta finalmente lograr lo que se habían propuesto. Mientras que los «estáticos» se refirieron a situaciones en las que la tarea les resultaba fácil, no requerían mucho esfuerzo, no cometían errores, acertaban al primer intento, o terminaban primeros.
Habida cuenta que el aprendizaje involucra esfuerzos para resolver retos exigentes, los portadores de la visión «estática» estaban atados de manos. Lo que ellos tenían que hacer para sentirse hábiles y lo que tenían que hacer para aprender cosas nuevas eran actividades incompatibles por lo que les faltaban recursos para intentar resolver problemas difíciles. Al fallar en sus intentos, se frustraban, y atribuían sus dificultades a su falta de habilidad; incluso había quienes predecían que les iría mal en el futuro. En cambio, los niños que se desempeñaban mejor frente a retos difíciles y eran capaces de esforzarse persistentemente hasta superar sus dificultades, se mostraban más confiados en alcanzar sus metas futuras.
Dweck descubrió así que cada grupo focalizaba su atención en cosas distintas. Aquellos que creían que la inteligencia estaba predeterminada tendían a proponerse como meta probarse a sí mismos que la poseían, por lo que tendían a abordar situaciones que derivaran en evaluaciones positivas sobre sí mismos y sus habilidades, tratando de evitar aquellas que resultaran frustrantes. Eran muy vulnerables a perder la confianza en sí mismos cuando no lograban sus objetivos. En contraste, los niños incrementalistas tendían a orientarse hacia el logro de las metas (más que a verificar si eran inteligentes) y eran capaces de persistir hasta alcanzar sus objetivos, superando las dificultades. Ellos veían el requerimiento de esforzarse como algo que activaba sus habilidades más que como un indicador de su baja habilidad.
Se encontró además que el doble de mujeres inteligentes creía en la teoría de la inteligencia «estática» comparadas con los varones.
Conociendo esto, ¿cómo pueden ayudar padres y profesores a los alumnos? Enseñándoles a entender que su falta de éxito no depende de su falta de habilidad sino de su falta de esfuerzo. Enseñándoles a entender sus errores y las reacciones que ellos suscitan como fuentes de información para hacer mejor las cosas en el futuro y no como evidencias de poseer escasa habilidad.
Fuente: Diario La Industria (Trujillo)