La estimulación temprana es toda actividad donde el niño y niña, desde que nacen, son iniciados por los padres y terapeutas para mejorar su capacidad de desarrollo.
Esto se presenta mediante juegos lúdicos, ejercicios corporales, el desarrollo de sus sentidos como el olfato, la visión, la capacidad auditiva, aprestamiento psicomotriz, el canto, paseos al aire libre, interactuar con otras personas, entre otros, que lo van a preparar para la vida durante su etapa de crecimiento.
Pero ¿qué ocurre cuando esta estimulación natural se sobreexpone?, ¿cuando a ese niño o niña, además, se le expone a reuniones sociales, a horarios inadecuados que puedan alterar sus horas de sueño? Esas actividades podrían generar aburrimiento, mal humor, estrés, excitación o cansancio en los infantes. Entonces ya no estaríamos hablando de estimulación, sino de exponerlo a problemas futuros de salud o emocionales.
En otros casos, los padres buscan sentirse orgullosos de tener niñas o niños “genios” cuando como parte de la estimulación temprana estos empiezan a leer o contar antes de cumplir su etapa de desarrollo y sobre todo, demostrar esas “habilidades” en público, donde se les festeja por cada ocurrencia que realizan.
Por otro lado, el niño o niña aprende observando; en ese sentido, es importante el tipo de conducta que deben mantener los padres o el entorno social cuando se encuentran frente al infante.
Conforme el niño o niña crece aprenderá a diferenciar también las partes de su cuerpo y diferenciarlo del otro; es entonces cuando surgirá la curiosidad por explorarlo tocándose los dedos de los pies y tratando de llevárselos a la boca o jugar con sus genitales. Esta actitud de exploración sexual deberá ser observada con mucha prudencia y atención por parte de los padres, y no ser un motivo de alarma ni intervención.
Fuente: RPP