Qué son y para qué sirven los modelos educativos

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“La educación es el arma más poderosa que se puede usar para cambiar al mundo” — Nelson Mandela

A Raíz de la recién aprobada Reforma Educativa, la Secretaría de Educación Pública, realizó en el primer semestre de este año, los foros de consulta para la configuración de los nuevos modelos educativos para educación básica, para educación media superior y para las escuelas normales, por lo que nos encontramos a la espera de que se socialicen los resultados y las conclusiones de dichos foros regionales y así conformar los nuevos modelos educativos para los siguientes ciclos escolares en nuestro país, pero cabe preguntarse: ¿qué son y para qué sirven?

Al realizar una revisión bibliográfica, nos encontramos con una diversidad de modelos educativos, en los cuales se incluye o excluye una serie de elementos y/o dimensiones de acuerdo con la institución que los plantea. Sin embargo, hasta el momento no logramos localizar una guía o definición específica acerca de lo que es un modelo educativo, por lo que debe considerarse un concepto en construcción. Nos remitiremos entonces a sus acepciones más cotidianas y lo que algunos autores consideran, al respecto.

En la concepción de Yurén (1998), encontramos que, en la práctica cotidiana la palabra modelo se entiende como: representación de un proyecto futuro o perfección o ideal a seguir o como muestras de una producción.

En otras palabras, un modelo educativo es un patrón conceptual a través del cual se esquematizan las partes y los elementos de un programa de estudios. Estos modelos varían de acuerdo al período histórico, ya que su vigencia y utilidad depende del contexto social.

Al conocer un modelo educativo, el docente puede aprender cómo elaborar y operar un plan de estudios, teniendo en cuenta los elementos que serán determinantes en la planeación didáctica, que deriva ahora en secuencias didácticas.

Por eso, se considera que el mayor conocimiento del modelo educativo por parte del maestro generará mejores resultados en el aula. El modelo educativo tradicional, por ejemplo se centra en la elaboración de un programa de estudios, sin demasiados elementos adicionales ya que no se tiene en cuenta de forma explícita las necesidades sociales ni la intervención de especialistas, entre otros factores.

Se podría decir que los modelos educativos son los patrones conceptuales que permiten esquematizar de forma clara y sintética las partes y los elementos de un programa de estudios, o bien los componentes de una de sus partes.

También los modelos educativos son, como señala Antonio Gago Huguet, una representación arquetípica o ejemplar del proceso de enseñanza-aprendizaje, en la que se exhibe la distribución de funciones y la secuencia de operaciones, que resulta de las experiencias recogidas al ejecutar una teoría del aprendizaje, por ejemplo.

Los modelos educativos varían según el período histórico en que aparecen y tienen vigencia, en el grado de complejidad, en el tipo y número de partes que presentan, así como en el énfasis que ponen los autores en algunos de los componentes o en las relaciones de sus elementos. El conocimiento que se tenga de los programas y de sus partes será determinante para que los docentes elaboren planeaciones didácticas eficientes y obtengan mejores resultados en el aula.

Como podemos observar, en el papel y en lo declarativo, los modelos educativos caen mucho en lo ideal, en lo aspiracional; en la realidad seguimos privilegiando un modelo rígido, lineal, autoritario, piramidal, arbitrario y muy poco flexible, sobre todo en las formas de trabajar con los estudiantes, en donde lo que menos importa es que ellos aprendan, lo que seguimos exigiendo es que memoricen, repitan mecánicamente, que resuelvan y resuelvan bien, que contesten exámenes, que sigan instrucciones precisas.

Bajo esta realidad, difícilmente podemos responder a lo que un modelo educativo de cualquier subsistema nos exige o nos prescribe: que los alumnos tengan una formación integral, cuando seguimos privilegiando el saber conceptual o declarativo. Que los alumnos sean críticos y reflexivos, cuando seguimos formando estudiantes pasivos, dependientes, irreflexivos y callados.

Que desarrollen habilidades y destrezas, cuando la mayoría de las escuelas sólo trabajan en el aula y no promueven talleres y laboratorios, aun cuando los tengan disponibles. Que los alumnos se formen en actitudes y valores, cuando estos contenidos ni siquiera son abordados por los profesores, a veces por desconocimiento y otras veces por temor a quedar mal o no saber cómo manejar cuestiones personalógicas o que involucren sensaciones, sentimientos y emociones (SSE).

Por todo lo anterior, se considera imprescindible conocer a profundidad lo que los modelos educativos son y cómo podemos ir llevándolos al plano de lo concreto, buscando congruencia o correspondencia; no podemos seguir declarando algo en el papel y haciendo todo lo contrario en la realidad.

De aquí que los educadores, administradores, directivos y tomadores de decisiones, requerimos adentrarnos, sobre todo en los nuevos modelos educativos que habrán de presentarnos en fechas próximas, en la búsqueda constante de la mencionada congruencia.

Fuente: El Siglo de Torreón