Padre Eusebio Laguna Alonso

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El P. Eusebio Laguna Alonso ya está en Cañete, viene por las Bodas de Oro del Seminario Menor “Nuestra Señora del Valle”. El P. Eusebio envía su saludo a todos sus amigos cañetanos.

¿Quién es el P. Eusebio?

El Padre Eusebio es natural de Segovia, paisano del P. Frutos Berzal, del P. Agapito Muñoz y otros segovianos célebres. El vino a trabajar el Perú en 1967. Le conocí en 1984, cuando ingresé al Seminario Menor; él era el rector, un buen rector, como lo han sido muchos.

Cada domingo nos predicaba la meditación. Desde los primeros años de la secundaria le fuimos entendiendo los 20 minutos de predicación dominical matutina. Cuando nos encontraba rezando muy de prisa la oración de la mañana, nos detenía y nos explicaba que había de fijarse a quien le hablamos, qué le decíamos y cómo. Después, iniciaba la oración introductoria con mucha atención y al ponerse delante del atril para dirigirnos la palabra nos hacía una señal solemne –como si fuera el emperador de Roma para sentarnos. Le gustaba hablar de la creación y de la distancia de las galaxias y luego sacaba consecuencias prácticas para la vida. Era realmente sorprendente y daba mucho gusto escucharle.

Era picón, no le gustaba perder. Jugaba el fútbol de vez en cuando. Cuentan, los alumnos mayores, que una vez un alumno le hizo “bailar” en la cancha. Eso no podía dejarlo pasar el Sr. Rector. Le agarró de la camiseta y le dio un cachete diciéndole que “eso no se le hace al rector”. Tampoco dejaba que el P. Vicente le ganase en pin pon; se ponía a practicar muchas horas para poder ganarle. Asimismo, cuando oyó a un profesor de otro colegio, que el Seminario Menor no ganaba los concursos académicos, preparó a los alumnos para ganar dichos concursos de matemáticas, hasta quedarse para siempre con el trofeo más grande.

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En 1986 dejó el rectorado y fue nombrado Director del Instituto Pedagógico de San Vicente de Cañete. Por las noches, a las 8 y 40, cuando volvía de su trabajo y los del pre seminario íbamos a rezar al oratorio le encontrábamos, en la primera o segunda banca, conversando con el Señor. Muchas veces nos dirigía la meditación. Nos citaba a “Camino”; todavía no sabíamos quién era ese señor, hasta que conocimos el libro de San Josemaría que lleva ese nombre. Predicaba y predica muy bien. Tiene una lógica estupenda, es muy ordenado en su exposición.

Nos contaba que cuando era un niño estudiante, le habían dicho que el profesor de religión nunca jalaba en su curso. El optó por no estudiar dicha materia ya que lo iban a aprobar al fin de curso. Sin embargo, no sucedió eso con él y tuvo que aprobarlo después. El decía que simplemente quería ser coherente con lo que pensaba.

Monseñor Luis, en 1971, le encomendó llevar adelante el Seminario Mayor que recién comenzaba. Tuvo que ingeniárselas para que juntos con los jóvenes candidatos al sacerdocio- pudieran estudiar, comer, descansar en medio de muchas carencias materiales. Tuvo que acudir a las personas generosas para que le ayudasen. Cuenta que una vez fue con el seminarista Julio Ontiveros a Hualcará a la hacienda de la familia Ramos. No contaban con que en la entrada había dos perros grandes que parecían caballos. Estos animales los persiguieron y por salvarse pudieron saltar un muro de dos metros, que era impensable subirlos cuando no había ningún peligro.

Explicaba muchos cursos. A nosotros nos dio epistemología y doctrina social de la Iglesia. Estábamos ante una mente brillante y los cursos se hacían atractivos. Con gusto resumimos las grandes encíclicas sociales.

En la década del 90, siendo Director del Pedagógico, fue secuestrado por los terroristas, dos veces. En otra ocasión unos ladrones entraron al Seminario Menor, que le asaltaron. Estas cosas le causaron muchas dificultades para continuar en Perú. Cuando puede viene a visitarnos. Nos gustaría que volviera a trabajar por acá, pero no podemos obligarle.

P. Leoncio Cordova