Asumamos que el 30% de la población escolar a evaluar tiene un trastorno o síndrome que dificulta su capacidad de atención, concentración o aprendizaje, con fuerte impacto en su capacidad lectora y de comprensión lectora (y por extensión, de comprensión de instrucciones en las pruebas de matemáticas). Se agrava más aún si el alumno tiene que rendir dos pruebas sucesivas de 45’ con 15’ de descanso entre ellas, cuando su espectro de atención focalizada, en silencio y sin moverse, suele ser de no más de 10’.
Evidentemente tomar una sola prueba escrita de 45’ esperando el mismo logro satisfactorio de todos es discriminatorio contra los que tienen alguna dificultad de aprendizaje convencional, porque se define el logro satisfactorio para el grado a aquél que son capaces de alcanzar los que no tienen ninguna dificultad específica de atención, concentración y aprendizaje. (A lo que hay que sumar que muchos niños que no tienen esos problemas no siempre dedican su mayor esfuerzo para rendir bien esas pruebas, especialmente si se aburren por la extensión o si no le encuentran sentido que de la noche a la mañana aparezca un extraño del ministerio de educación a tomarle pruebas).
Se dice entonces, “sí, pero hay que saber si aprenden o no, y eso tiene que medirse”. Supongamos que eso sea cierto para uso interno del profesor que trabaja con los alumnos para percatarse de cómo anda el aprendizaje de comunicación. Pero eso es muy diferente a evaluarlo con la misma prueba y en comparación con otros, y luego hacer público que su logro es “no satisfactorio”, lo que no solo estereotipa la visión que tienen sus padres y maestros de sus capacidades, sino además golpea la autoestima del niño que por más que se esfuerce siempre estará en desventaja ante ese tipo de pruebas. Por eso es que a los países que tienen políticas educativas pro-niño no se les ocurre usar una prueba única (escrita) para evaluar y determinar las capacidades de un niño, mucho menos hacer públicos los resultados, y menos aún que estos sean comparativos, cosa que ocurre cuando a un niño le dicen “satisfactorio” y al otro le dicen “en inicio” o “en proceso”, con todo el estrés que acompaña a todos los actores de esta evaluación y sin contextualizar cada caso en base a sus características particulares.
Eso no quiere decir que un profesor no pueda usar pruebas escritas como una de las estrategias de evaluación de los aprendizajes de sus alumnos en diversas áreas, o que los ministerios de educación no puedan tener una gama de instrumentos de evaluación para conocer lo que ocurre con los aprendizajes escolares, pero jamás usar uno de ellos como el indicador casi exclusivo de la evaluación de los aprendizajes y capacidades, y mucho menos para hacer públicos sus resultados individualizados por alumno o colegio y/o para compararlos con otros.
Si el Minedu valoraba esas pruebas para poder saber cuánto aprenden los alumnos en Matemáticas, Ciencias y Comunicación en 2do, 4to grado y 2do de secundaria, ya lo saben. Ya son 10 años de lo mismo. Eso no va a cambiar de un año a otro. Además, ha visto las distorsiones que esas pruebas traen a la cotidianeidad escolar. Es hora de pensar en otras estrategias menos invasivas, intimidantes y maltratadoras para monitorear el progreso de los alumnos.
ANEXOS:
Según el A.D.D Resource Center las estimaciones más conservadoras sobre los individuos afectados con el TDA/TDAH es del 5% al 9% de la población pero los estudios recientes sugieren el 20% de la población en edad escolar. https://www.addrc.org/el-trastorno-por-deficit-de-la-atencion-y-el-trastorno-por-deficit-de-la-atencion-con-hiperactividad/
Según las estadísticas del Instituto de Salud de Estados Unidos (NIH por sus siglas en inglés), el 15 % de la población o 1 de cada 7 chicos, tiene algún tipo de trastorno de aprendizaje. Entre los más comunes se encuentran las dificultades con la lectura y las habilidades lingüísticas. El 80% de los chicos con trastorno de aprendizaje tienen trastornos en la lectura. http://www.docsalud.com/articulo/1118/cerca-del-15-de-los-ni%C3%B1os-padece-dislexia
Según el (NIDCD) National Institute on Deafness and other Comunication Disorders el trastorno específico del lenguaje también se conoce como trastorno del desarrollo del lenguaje, retraso en el lenguaje o disfasia de desarrollo. Es una de las discapacidades del aprendizaje más comunes durante la niñez, que afecta aproximadamente del 7 al 8 por ciento de los niños en el jardín de infancia. El impacto del TEL persiste en la edad adulta. https://www.nidcd.nih.gov/
Por León Trahtemberg
Fuente: http://www.trahtemberg.com