La competitividad es la capacidad que tiene una empresa o país de obtener rentabilidad en el mercado en relación a sus competidores, dependiendo del valor y cantidad del producto ofrecido, los insumos necesarios para obtenerlo (productividad) y las capacidades de los otros oferentes del mercado como los que se compite. La competencia, en cambio, es la disputa entre personas u organizaciones que aspiran a un mismo objetivo y a lograr la superioridad en relación a cierta actividad. En una economía de mercado, las empresas más competitivas ganan mayores porciones del mercado y las que lo son menos los pierden o desaparecen. En educación, esa es una tragedia.
Cuando en el mundo de la educación se asume la competitividad como objetivo de los alumnos que se obtiene haciéndolos competir entre ellos desde edades tempranas se introducen factores de tensión nocivos a su convivencia. A diferencia de una economía de mercado, una “economía educativa”, lejos de darle mayores porciones de atención y privilegios a quien se muestra más fuerte en el espacio educativo, lo hace para quien requiere más atención y tiene más dificultades, porque lo último que se espera es que los débiles sean eliminados del “mercado”. Al contrario, se espera que todos logren los objetivos sin mostrar a unos como superiores de otros.
Esto último choca frontalmente con la exigencia de que todos los alumnos alcancen los mismos logros en el mismo tiempo y usando los mismos medios de aprendizaje, el uso de las mismas pruebas para que todos evidencien los aprendizajes medidos con la misma escala y niveles de exigencia. También, el uso de notas para medir los logros de cada alumno en función a una escala creada por el profesor y que jerarquizará a unos por encima de otros, marcando las diferencias entre ellos. Esa competencia genera pocos ganadores (que alimentan su vanidad y soberbia) y muchos perdedores (que alimentan su cólera, envidia, rivalidad, tensión respecto a los ganadores) lo que contamina de agresividad y violencia el ambiente social escolar, una de cuyas expresiones es el bullying, junto con los desaprobados y repitentes que deben sumar la vergüenza y desadaptación social a sus males.
Quién sabe es hora de cambiar estos paradigmas nocivos para el desarrollo de nuestros alumnos.
León trahtemberg
Fuente: eltiempo.pe