La campaña electoral tiene sus aderezos que evitan que sea aburrida e intrascendental en la cotidianeidad de este acentuado verano: Acuña tiene sus plagios, Guzmán pende de un hilo por su irregular inscripción, García recién presenta su tesis extraviada, Keiko tiene la sombra del padre, PPK cambia de asesores, Toledo concede -aparentemente- una entrevista con varias copas encima, y candidatos, como Alfredo Barnechea, empiezan a dar batalla. Un ejemplo de que nada está dicho. Pero, a la vez, es un escenario político bastante mediocre en términos globales: acusaciones de diversa índole son respondidas con cinismo y desvergüenza por parte de los voceros. El caso de César Acuña es emblemático: todos sus lugartenientes defienden a su candidato a ojos cerrados y creen que la mayoría de seres de este país somos idiotas, que no nos damos cuenta que de su líder es un improvisado y tramposo.
Igual ocurre con Julio Guzmán, el candidato que se desdice a cada minuto y que ni siquiera sabe qué contiene su plan de gobierno: un imprudente que habla sobre el peligro de la comunidad musulmana en el Perú en una entrevista en el extranjero solo por quedar bien con sectores judíos radicales.
O Keiko Fujimori, que hoy en día está más cerca ideológicamente de Salomón Lerner Febres que de su propio padre. La hija del expresidente defiende el informe de la CVR y se desmarca del autogolpe del 5 de abril de 1992. Es decir, una transformación hipócrita y de cálculo político.
Es ahí, en este contexto, donde varios de los candidatos se desmoronan por falta de estatura moral e intelectual. Los tiempos de tener en la arena política a Fernando Belaunde Terry, Luis Bedoya Reyes o al mismo Armando Villanueva del Campo, se extrañan con pena y mucha desazón. Uno podía discrepar con ellos, pero se les respetaba porque tenían jerarquía. Y eso, la jerarquía, nos ha abandonado. Roguemos porque vuelva pronto.
Por: Manuel Erausquin
Fuente: http://www.radioexitosa.pe
Pero aun tenemos a Alfredo Barnechea, de talla moral e intelectual y que propone rescatar al Perú del fujimorismo, siguiendo la línea desarrollista y democrática de Fernando Belaunde Terry y Valentin Paniagua