La educación es un tema fascinante para cualquier interesado. Hablar de ella, nos lleva a rebuscar en la “intimidad” de las reformas educativas de los últimos años, la normativa existente y sus resultados que abarcan los aspectos más profundos de la dimensión humana. Sea vista como un servicio básico, como un gasto o como una inversión; lo cierto es que de la educación que tenemos depende nuestro futuro y el de las sociedades. Su calidad, es un tema de discusión continua en estos tiempos. Para unos, la calidad de este servicio se centra en los resultados académicos; para otros, esta calidad se ciñe a la integralidad con que se aborda. La implementación de este servicio básico ha venido evolucionando y ahora se puede hablar de la educación de ayer y la de hoy, marcando las diferencias. Sin caer en los extremos de hablar de una educación en decadencia y otra emergente, es necesario analizar las virtudes y debilidades de ambas con mesura y profundidad.
Empecemos hablando de la educación de ayer. Esta, tenía sus peculiaridades. Tenía su pilar en una férrea “disciplina” orientada a “formar” al ser humano en la práctica de valores y estaba sumida en un memorismo extremista.
Los maestros de ese entonces, no tenían tanta formación académica. Dictaban clases, combinaban su accionar entre lo castrense y lo pedagógico. Imponían a la fuerza una formación cívico-ciudadana-religiosa en los estudiantes. Hacían “ceremonias de formación” todos los días con los estudiantes para hacerlos rezar, cantar el Himno Nacional y la Marcha de Banderas; recitar poesías, interpretar refranes y pensamientos de famosos intelectuales; dramatizar hechos religiosos e históricos. Estas “ceremonias”, terminaban con un “sermón” muy didáctico dirigido a los alumnos. Pobre de aquel que no respetaba lo dicho por el maestro, era castigado físicamente sin piedad, teniendo como testigos a sus propios compañeros.
El alumno estudiaba en locales escolares viejos, de materiales rústicos y muy incómodos. El mobiliario era rudimentario. Los textos llegaban poco. El estudiante, era un receptor pasivo de lo que el maestro le daba. Se iniciaba aprendiendo de memoria las cinco vocales y el abecedario. La iniciación en el aprestamiento para la escritura era cruel, a punta de cocachos y golpes en la mano. Se les exigía tener una buena caligrafía y ortografía como requisito para pasar de grado. La memorización de la tabla aritmética para poder desarrollar operaciones era una obligación. Sólo tenían acceso limitado a un radio receptor para escuchar la música o las noticias que sus padres escuchaban. Se educaban bajo el lema “Con la sangre entra la letra”.
Sin embargo, hasta hoy en día, no encuentro a uno de los viejos estudiantes de antaño, renegar de esos anacrónicos y obsoletos métodos con que fueron educados. Es más, lo recuerdan con añoranza y suspiran al mencionarla. A muchos de ellos, los tenemos aún en este mundo y son muy críticos del sistema educativo actual.
Los resultados de ese sistema eran jóvenes y ciudadanos bien educados y respetuosos; con buenos hábitos de higiene y normas de urbanidad; pacifistas al extremo. En ese tiempo, no había bandas juveniles; jóvenes indisciplinados, ladrones, violadores, sicarios, drogadictos y tratantes de personas. Los menores sabían saludar y respetar a los mayores. Esos ciudadanos, daban y dan muestras de ser buenas y excelentes personas y ciudadanos de bien.
La educación de hoy es diferente. Está basada en corrientes pedagógicas, teorías del aprendizaje, enfoques modernos, modelos educativos, etc. Todo ello como producto de investigaciones realizadas por expertos del mundo entero. Los docentes “modernos” reciben en su formación inicial una batería de conocimientos orientados a desarrollar sus competencias, capacidades, habilidades y destrezas que le lleven a realizar una práctica pedagógica acorde con las exigencias de la sociedad actual y de un mundo globalizado. Complementariamente a ello, la mayoría de maestros son formados en servicio a través de diferentes programas, buscando que, los mismos, actualicen sus estrategias y la gestión de los aprendizajes. Aparte de ello, los docentes están en una dinámica de hacerse de títulos, grados y especializaciones para entrar en la corriente de la meritocracia.
Los estudiantes por consiguiente, como beneficiarios de todo este andamiaje de preparación de sus docentes, basada en la ciencia y la tecnología, deberían mostrar avances significativos en sus aprendizajes. Ellos, ahora estudian en infraestructuras modernas, con mobiliario cómodo y suficiente. Con textos y cuadernos de trabajo. En muchos casos con terapeutas, psicólogos, asesores, monitores, coordinadores y disciplinarios de toda laya. Reciben enseñanza de profesores de especialidad que manejan el enfoque por competencias y los enfoques de las áreas del currículo. No reciben golpes ni humillaciones (salvo casos aislados). Sus padres de familia tienen mayor formación académica. Tienen acceso a la radio, la televisión, los periódicos, el internet y la telefonía.
Los resultados de esta educación moderna de ahora lo tenemos a la vista. La corrupción, la discriminación y la violencia social campean por todos lados. La mayoría de nuestras autoridades y muchos ciudadanos forman parte y son causantes de estos tres graves problemas sociales. También, hay un gran sector de nuestros jóvenes, entre ellos nuestros estudiantes, demostrando conductas alienadas, carentes de identidad propia y que no están dado un rumbo adecuado a su vida. Algunos, metidos en situaciones que lindan con lo clandestino y lo ilegal. Lo más grave, quedan últimos en toda evaluación internacional, a pesar de los esfuerzos que se está haciendo para mejorar. Como consecuencia de ello, nuestra sociedad está en crisis profunda.
Pensamos que, se debería tener en cuenta algunos aspectos rescatables de la educación tradicional, sobre todo, lo relacionado con la formación humana. Nuestro sistema adolece de debilidades en la formación de nuestros estudiantes tanto en el aspecto académico y humano- espiritual. Necesitamos repensar y ponernos a trabajar en ambas dimensiones para tener resultados. Sobre la calidad, la validez y la pertinencia de la educación de ayer y la de hoy, ustedes tienen la palabra.
Por: Luis Alfonso Pinedo Piña
(pinedopina@hotmail.com)
Fuente: diariolaregion.com