–¡Soplón, tombo soplón!
Aquella mañana, al capitán PNP Carlo Costa lo recibieron así: a gritos. Las voces eran inmaduras, traviesas, delicadas. Los insultos llegaban sin motivo y el oficial, esta vez, no se defendía. Un grupo de adolescentes interrumpía sus clases de Educación Física solo para incomodar a aquel extraño uniformado que había ingresado al plantel. Era el primer día de trabajo de Costa en el colegio nacional Dos de Mayo del Callao. Y esa era la “bienvenida” de los alumnos.
Dos minutos. Ese fue el tiempo que el capitán Costa solicitó para conversar con los estudiantes que, momentos antes, le dijeron de todo. “No se puede contra ellos”, le advirtió un profesor antes de cederle su tiempo. El policía los formó en fila y les habló sin gritos, ni sonrisas. Después de eso le dejaron de decir “soplón” o “tombo”. “Ahora le digo padrino”, comenta un alumno de segundo de secundaria. Pero Costa le responde que no le diga así. Tiene pistola, vara y hasta gas pimienta, pero nada de eso debe funcionar dentro del colegio. Su única arma es la palabra.
Desde mayo, el hombre que luchó contra terroristas en Kiteni (Cusco) debe robar la atención –seis horas a la semana– de los adolescentes del Dos de Mayo. Allí están los jóvenes del tercer año B, los que lo recibieron a gritos y ahora lo saludan con más calma. “Ese es el salón con más problemas de conducta y mejores promedios académicos”, dice la docente de matemática y subdirectora de disciplina, Teresa Pezzini.
En el primer puerto, los policías ahora están dentro de los colegios. Y no lo hacen solo por seguridad. Este año, 84 instituciones públicas y 211 privadas con nivel secundario cuentan con un agente, una subdirectora de disciplina, un psicólogo y quince coordinadores encargados de regular la conducta y convivencia. Esta medida obligatoria, dispuesta por el Gobierno Regional, beneficia a 45 mil estudiantes de tercero, cuarto y quinto de secundaria. Por primera vez, los policías no solo están en las puertas para vigilar el ingreso y la salida de los alumnos.
Las clases en el Dos de Mayo, uno de los colegios más antiguos del Callao, estaban a punto de terminar cuando comenzó el estado de emergencia. Desde el 5 de diciembre del año pasado, los policías pueden ingresar a las casas sin orden judicial o efectuar detenciones cuando haya indicios de delitos. Era una medida urgente ante el incremento de crímenes en el Callao. A fines de mayo, extendieron su duración.
En los seis meses del estado de emergencia en el Callao, más de 240 menores han sido “retenidos” por la Policía. El resto de detenidos mayores de edad superan los 4 mil, según las últimas cifras de la Región Policial Callao. “Los menores que integran las pandillas son desertores del colegio, son chicos que abandonaron los estudios”, explica el general PNP Cluber Aliaga, encargado de la estrategia policial en las calles más peligrosas del primer puerto.
Cada año, el 5% de estudiantes chalacos (dos mil menores) abandona el colegio.El 2014, el Dos de Mayo tuvo que cerrar cinco secciones. Según el director de la institución, Félix Medina, siempre se van los mejores alumnos. “Huyen de la indisciplina”, dice.
Peligrolatente
El colegio de 148 años se declaró en emergencia antes de que lo haga el Callao. El año pasado, el director que recién asumía el cargo decretó la alerta luego de conocer que los adolescentes le pedían dinero a sus compañeras a cambio de no maltratarlas física, ni psicológicamente. También descubrió que el portero recibía cincuenta céntimos para que los alumnos pudieran abandonar el colegio en horario escolar. Y se enteró de que un estudiante consumía marihuana y buscaba adeptos. El año pasado, un noticiero mostró a un exalumno detenido por la Policía. Era sicario.
El plantel de la avenida Gamarra tiene 538 alumnos, de los cuales 291 están en secundaria. Allí están los problemas. Este año, hay 15 casos de adolescentes en pandillas, mala conducta y bajo rendimiento.
Los Barracones, Puerto Nuevo, Callao Monumental y Castilla son las zonas más peligrosas del primer puerto. En la última vive Valentín, un alumno de 13 años, que se ha dibujado una corona en la mano. El escolar jura que no es de ninguna pandilla; pero reta a uno de los chicos del tercero B y le dice que si prueba lo contrario “puede traer a su barrio y pegarle en la salida”.
En el Dos de Mayo se juntan los niños de barrios como La Siberia, Corongo, La Perla Baja, Loreto. Son chicos de cuerpos delgados y talla pequeña que saben diferenciar una pistola de juguete con una de verdad; que dicen que las balaceras suenan como fuegos artificiales y que hace un mes les apuntaron con un arma porque los confundieron con el bando de un barrio rival.
No pueden castigar
La escuela tiene tres patios y dos pisos. En el recreo, nadie puede ingresar al segundo nivel, ni al último patio. Los alumnos no deben portar celulares, ni usar aretes. Eso lo supervisan los coordinadores de disciplina, estudiantes que portan un cordón en la manga derecha y un fotocheck colgado del cuello, y que deben vigilar el cumplimiento de las normas de conducta y disciplina. Si no les hacen caso, le avisan al capitán Carlo Costa. El policía que estudió en el colegio militar Leoncio Prado advierte que su labor solo es dar charlas preventivas. El efectivo del escuadrón de emergencia no puede castigar.
Los estudiantes que infringen las normas reciben sanciones, pero “reparadoras”: trabajo comunitario, visita a asilos y albergues. “Hasta van a la iglesia”, dice el director.
Así lo dispone el programa Valores y Disciplina que el Gobierno Regional del Callao aplica en todos los colegios secundarios. Los psicólogos trabajan cuarenta horas a la semana, la subdirectora de disciplina (que también es profesora) debe hacerlo entre 10 y 15 horas; mientras que el policía, seis. “Con el ingreso de efectivos no queremos militarizar los colegios, sino fortalecer la disciplina”, advierte el gobernador Félix Moreno.
Lo mismo ocurre a unas diez cuadras del Dos de Mayo, donde está el colegio público Heroínas Toledo. Ahí cerca de 500 niñas y adolescentes también reciben formación de un agente PNP. En este plantel ninguna alumna puede salir sola. No importa que sean emergencias por problemas de salud. “Ante una eventualidad, siempre deben recogerlas. Y si no lo hacen, las acompaña el personal de servicio. Nunca se van solas”, señala una de las autoridades del colegio.
Para el presidente del Consejo Nacional de Educación, Hugo Díaz, la presencia policial dentro de los colegios resulta útil. “El agente debe pasar por una inducción. No tiene que ser cualquier efectivo. Debe saber cómo tratar a los escolares”. Comenta que en el barrio del Bronx, uno de los más peligrosos de Estados Unidos, los policías son parte del personal de planta de los colegios.
La realidad
El miércoles pasado, el alumno con mayores problemas de disciplina no llegó al colegio. Tampoco lo hizo el jueves, ni el martes. Sus profesores aseguran que pidió permiso porque tenía que trabajar. Él dice que fue por miedo: un compañero le amenazó con pegarle. “Tú no sabes de dónde soy”, le dijo.
Al adolescente lo amenazaron en un escenario común para los estudiantes: la Fortaleza Real Felipe. Ahí, a partir de las 3:30 p.m., cuando todos salen, los escolares se reúnen para enfrentarse sin motivo. Es un ritual que todos ven, pero nadie le presta atención. Es parte del decorado en pleno estado de emergencia.
En esa zona, pequeños grupos se lanzan piedras. Tienen los rostros cubiertos a la mitad. La mochila en la espalda. No hay policías cerca. Esa es la realidad en nuestro primer puerto.
Fuente: larepública.pe