Cuatro voces de distintos niveles de educación cuentan cómo el divorcio entre la secundaria y la educación superior afecta a los estudiantes. Un informe elaborado por los corresponsales escolares Rodolfo Edwin Amiel Takacs Ledesma, Roberto Hugo Ángeles Neciosup, Patrick Vossler Ponce Simeón Tsumiko Aromi Ingaruca Jonda y Jairo Adrian Briones Carmona.
En el Perú, un 70 % de los jóvenes egresados de quinto de secundaria no continúa sus estudios superiores, según preocupantes estadísticas del Ministerio de Educación (Minedu). ¿A qué se debe esta lamentable situación?
Ada Sacaco, alumna del colegio estatal San José Marello 1220, cursa el quinto año de secundaria y, de los 11 cursos que lleva, siente que ninguno es demandante. Por el contrario, ella percibe que lo aprendido durante este año no ha sido de mucha ayuda frente a los temas que ve en la academia en donde estudia. De hecho, al empezar sus estudios preuniversitarios con el fin de ingresar a la carrera de psicología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), sintió un fuerte choque porque muchos de los temas que veía nunca los trató en el colegio. “Sigan estudiando, fuera de lo que da el colegio, conviertan los estudios en un hobby, depende de uno mismo esforzarse para poder ingresar a la universidad”, dice.
La situación que narra Ada no es exclusiva de la educación pública. Milagros Marjorie Contreras Llanco, una ingresante universitaria o “cachimba”, nos relata su experiencia para ingresar a la carrera de Odontología en la Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV): ella estudió en el colegio particular Santa Anita y culminó sus estudios en el año 2017. “Llevé 22 cursos, fueron bastante exigentes, pero no lo suficiente”, señala. Milagros sostuvo que al comienzo le costó adaptarse a la experiencia preuniversitaria, inclusive tuvo que aprender nuevas cosas que tampoco vio en el colegio. “Puede ser frustrante todo el proceso de preparación, pero lo importante es no desanimarse y seguir luchando por tus sueños”, añade.
Víctor Manuel Florián Mariño, egresado de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), tiene una visión sobre la educación en regiones distintas a la capital. Él terminó la secundaria en el colegio San Vicente de Paul en Tarma en el año 1993 a la edad de 16 años y considera que no le enseñaron ciertas cosas que necesitaba para una competencia universitaria.
“Me sentí estafado, no me habían dado todo lo que necesitaba y sin la preparación en la academia de ninguna forma hubiera podido ingresar a la universidad”, dice. Aunque Víctor Manuel considera que la enseñanza en su colegio fue de mucha ayuda, sintió frustración debido a la exigencia de la universidad a la que iba a postular. Para evitar esto, él propone una orientación vocacional, con la cual, por aptitudes del alumno, los colegios puedan ir preparándolos para distintas áreas.
Los docentes no son ajenos a esta realidad. Jesús Héctor Pérez Arellano, profesor de secundaria de la I.E San José Marello 1220, considera que se debería priorizar en los cursos de ciencias y aquellos que desarrollen valores. Para él, la evaluación preuniversitaria debería centrarse en la gestión de conocimientos y habilidades.
Es importante que las autoridades trabajen en conjunto para reducir la brecha entre la educación secundaria y la superior, y busquen una evaluación que incluya el aspecto ético, emocional y no solo los conocimientos para un examen de admisión.
Este informe fue elaborado por los corresponsales escolares Rodolfo Edwin Amiel Takacs Ledesma, Roberto Hugo Ángeles Neciosup, Patrick Vossler Ponce Simeón Tsumiko Aromi Ingaruca Jonda y Jairo Adrian Briones Carmona del colegio San José Marello 1220. Bajo la mentoría de la docente Carmen Fabiola Florian Mariño y la periodista Gladys Elizabeth Pereyra Colchado.
Fuente: elcomercio.pe.