Esta es una de las preguntas más recurrentes con la que llegan los padres a la consulta o a los talleres de padres “¿Cómo hago para que mi hijo me obedezca y obedezca a la profesora?
Y es que muchos de nosotros tenemos la idea que los niños tienen que obedecer a rajatabla sin cuestionar lo que les pedimos. Me gustaría que el lector se ponga por un instante en el lugar de los niños y se pregunten ¿qué puede estar sintiendo y pensando sobre sí mismo y los demás este niño al cual se le pide de manera constante “OBEDECE”? Y es que de manera encubierta este “obedece” encierra el mensaje: no cuestiones, no pienses, no sientas, sólo haz lo que te digo. Y si hoy el niño obedece en casa, mañana más tarde obedecerá fuera de ella a quien se lo pida.
En este intento por tener resultados inmediatos y que la crianza sea más fácil, como dice Marisa Moya “perdemos de vista al niño” y nos enfocamos en nuestra necesidades inmediatas y nos olvidamos que cada paso que damos está educando a nuestro hijo y que el costo a largo plazo del “obedece” es bastante alto.
Queremos niños libres, que tomen decisiones, que cooperen, con adecuada autoestima, independientes, juiciosos, líderes y una lista enorme de ideales que no encajan con esta idea que el niño tiene que obedecer de manera automática y sin cuestionar al adulto. ¿Acaso es posible llegar a estos ideales si es que todos los días practican el no pensar y hacer lo que los demás le dicen?
Creo que lo primero tendríamos que hacer, sería centrarnos en la realidad “no existe ningún niño en el mundo que OBEDEZCA de manera inmediata”; segundo, sería mucho mejor enfocarnos a largo plazo y educar niños con habilidades, que los ayuden a tomar decisiones adecuadas, pesando en las implicancias que tienen estás decisiones en los demás y en sí mismos. Tercero, no perder de vista su mundo interno, preguntarles: qué piensan, qué sienten, qué van a decidir, que tengan la oportunidad de cuestionar sus pensamientos, de elegir dentro de una serie de alternativas y tomar la mejor solución, acompañados en este proceso de sus padres y maestros.
En vez de buscar “modificar conductas”, mejor enseñamos conductas apropiadas, en vez de “obedece” mejor creamos un ambiente propicio para que el niño pueda interiorizar todos aquellos valores que les pedimos (cooperación, honestidad, bondad, etc.); para esto, creo yo, las mejores herramientas son el ejemplo diario por parte de nosotros, la comunicación, la paciencia el autocontrol y el respeto mutuo.
Ps. Gina Graham
Certified Positive Discipline Trainer