Los síntomas que reflejan la presencia de un posible caso de maltrato entre compañeros, deben ser detectados cuanto antes, tanto por las personas del ámbito familiar como escolar. Éstos pueden ser manifestados por las víctimas del acoso escolar, por los agresores y también por los observadores o compañeros que lo presencian.
Cómo saber si mi hijo es víctima de acoso escolar
Existen algunos indicadores, observables desde el ámbito familiar, sospechosos de que un niño o adolescente está siendo objeto de acoso escolar:
La presencia de lesiones físicas; como golpes, hematomas o rasguños… La víctima suele justificarlos diciendo que ha tenido caídas o pequeños accidentes.
La pérdida o rotura de sus pertenencias escolares o personales; por ejemplo, gafas, mochila, pantalones, merienda, estuche escolar, y ello de forma frecuente.
Cambios en el comportamiento y en el humor muy acusado.
Muestra tristeza, llanto, apatía, irritabilidad o síntomas de depresión.
Se muestra extraño y huidizo.
Está distraído, absorto en sus pensamientos, asustadizo…
No acude a excursiones, visitas, fiestas o competiciones promovidas por el colegio.
No quiere salir con amigos o compañeros.
Disminuye su rendimiento escolar, bajan sus calificaciones.
Cuando va al colegio, solicita ir acompañado a la entrada y salida; o sale de casa con el tiempo justo.
Síntomas psicosomáticos como consecuencia del miedo y nerviosismo que siente (vómitos, dolores de cabeza, de estómago, micción nocturna, tics nerviosos) antes de ir al colegio.
No habla del colegio.
No quiere ir al colegio, exponiendo diversas excusas y simulando estar enfermo o intentando exagerar sus dolencias.
Falta al colegio y da explicaciones poco convincentes cuando se le pregunta por el motivo o el lugar en el que pasó ese tiempo.
Aparecen pesadillas, terrores nocturnos, cambios en el sueño o en el apetito.
No tiene amigos para su tiempo de ocio.
Daños producidos en la víctima que sufre el acoso escolar pueden ser:
Fobia escolar, fracaso y dificultades escolares.
Dificultad de atención, y de concentración, sensación de amenaza, pérdida de memoria, distorsión del razonamiento.
Ansiedad, depresión, frustración, agotamiento emocional…
Aislamiento, falta de implicación, inhibición, agresividad, rutinas obsesivas, conductas adictivas…
Pesadillas, sueño interrumpido, recurrencia de vivencias, trastornos gastrointestinales, falta de apetito, llanto, trastorno de ansiedad generalizada, crisis de ansiedad, cefaleas.
Estrés postraumático, auto-imagen negativa, auto-desprecio, falta de confianza en sí mismo.
Irritabilidad crónica, agresión explosiva, anestesia emocional, insatisfacción, infelicidad, riesgo de desarrollo desequilibrado.
Cómo saber si mi hijo es acosador
Los indicadores observables dentro del ámbito familiar que pueden hacer sospechar que un hijo es un acosador, serían:
Ausencia de empatía con el sufrimiento de los demás. No le preocupa las emociones de los otros, y sólo piensa en la satisfacción de sus necesidades.
Se muestra prepotente y dominante con hermanos y amigos.
Muestra comportamientos agresivos.
Se enorgullece de su conducta agresiva.
Habla despectivamente de algún chico o chica de su clase.
Se mofa o burla de sus iguales.
Hay constancia de que ha sido recriminado más de una vez por peleas con sus iguales en el centro escolar al que asiste.
En casa, no cumple las normas que le ponen sus progenitores.
No asume la responsabilidad de su conducta, ni pide perdón cuando ha actuado mal, ya que no se siente culpable de las consecuencias de sus actos.
Las consecuencias de sus propios actos, en los acosadores son:
Se muestran muy dominantes, autosuficientes y sin ninguna tolerancia a la frustración.
Interpretan las relaciones sociales en términos de provocación, presentan un déficit de habilidades sociales.
Carecen del sentido de la norma, falta de empatía y control emocional, son impulsivos e impacientes. Presentan falta de autocontrol en sus impulsos.
Han descubierto que pueden obtener éxito y poder social humillando a otros.
Desconfían de los demás porque no han aprendido a fiarse de sí mismos.
Son poco tolerantes, y nada solidarios, necesitan imponerse a través de la fuerza y la amenaza, se meten en discusiones, están siempre a la defensiva, y son autoritarios.
Perpetúan la violencia y la trasladarán al ámbito laboral, familiar o vecinal; el 60% de los niños que acosan o que participan en dichas conductas cometerán un delito antes de los 24 años.