Los maestros y su lucha incansable por el pago de la deuda social

Umberto Ortega ha presentado sus documentos para el pago de la deuda social unas seis veces desde el 2016. A los años de juicio que soportó, ahora se suman largas colas que no dan frutos y que lo frustran. No ha visto ni un sol de los S/ 54 mil que le deben por preparación de clases que el gobierno se comprometió a pagarle cuando empezó a enseñar.

«Tengo 76 años. Soy hipertenso. Una vez me desmayé en una cola y ahora no puedo salir solo de mi casa», cuenta sentado en una silla que le prestaron a regañadientes los trabajadores de la Ugel Sur. Su hija lo acompaña y está atenta a que no se exalte.
El drama de Umberto, un maestro que dio su vida por la enseñanza en las aulas estatales, es parecido al de otros 13 mil en la región Arequipa. A cada uno se les debe entre S/ 30 mil y S/ 100 mil en algunos casos.

Esos maestros volvieron a las colas en diferentes Ugeles de la región ayer. Esto para volver a empadronarse y ser considerados en el pago de la deuda social. El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) anunció que pagarán hasta S/ 30 mil a los maestros que tengan una enfermedad terminal, acrediten una discapacidad o ancianidad avanzada, sin importar el año en que se haya emitido la sentencia judicial para el pago de la deuda.

Esto podría convenir a algunos. Sin embargo, para cólera de ellos, el MEF agregó a los requisitos que siempre les pedían, el requerimiento de pago judicial. Este debe ser emitido por un juez, pero no es tan fácil de conseguir. «Puede tomar 5 meses y es un trámite largo. Es algo que no teníamos en cuenta y casi nadie lo está presentando. Para peor, el Poder Judicial está de vacaciones», indicó un funcionario de la Ugel Sur. El director de esta entidad, Marco Salazar, prefirió no hablar. Este agrega que le da pena el drama que pasan los maestros, pero está fuera de sus manos, puesto que será el MEF el que decida a quién se le paga algo de la deuda.

Piden más plazo

Legalmente, el plazo para el empadronamiento terminó ayer. Una larga fila de más de 500 maestros, algunos sentados y otros parados, esperaba. Unos llegaron a las 3 de la madrugada para lograr inscribirse, pero hasta las 12 del día solo algunos lo habían logrado.

«Es un abuso. Ven que somos tantos, pero no son capaces de abrir más mesas de empadronamiento», indicó una maestra, bastón en mano.

Muchos de los educadores eran conscientes de que tal vez no iban a ser admitidos, pero igual hacían el intento. Como don Hernán Rivañoz, de 89 años. Él enseñó 34 años. Cuenta que casi ha perdido las esperanzas que le paguen. «No pienso en morir, pero parece que esa será la única forma de que nos llegue un sol», indicó.