Trato nuevamente este tema porque aún varios actores educativos, particularmente un sector de padres de familia, considera que los chicos y chicas, así hayan aprobado, salido bien, o muy bien en sus estudios al final del año escolar, deben asistir a programas de «vacaciones ¿útiles?» de lunes a viernes. El motivo que esgrimen, en muchos casos, es que no deben estar ociosos en casa y que es muy importante que refuercen y adelanten los aprendizajes académicos.
Los escolares durante todo el periodo lectivo tienen que levantarse muy temprano, asistir (según cada realidad educativa) en promedio a 7 horas de clases, estudiar, rendir evaluaciones, hacer tareas, trabajos grupales y participar en actividades en el colegio y después en la casa, de marzo a diciembre (inclusive por las noches, sábados y domingos). Todo ello en un contexto de obligaciones que, por supuesto, son indispensables para una consistente formación. Como se puede inferir, el desempeño escolar es agotador y trae consigo estrés.
El ocio, bien entendido, es una necesidad humana; por ello, al igual que los adultos, nuestros niños, niñas y adolescentes necesitan en sus vacaciones tener tiempo entre otros para dormir más, reunirse con los amigos del barrio, participar optativamente en algunos talleres de arte y deportes, estar con sus padres, interactuar con sus familiares y tener tiempo para jugar. Es decir, tener un descanso productivo y reparador que les permita volver «recargados» y en las mejores condiciones para comenzar sus clases en marzo.
Idel Vexler
Fuente: Diario Correo