Cuando se habla de los actores educativos que intervienen en la formación de las personas se menciona a los padres como educadores natos, haciéndose un énfasis en el rol de la madre. Y es que la mamá desde la gestación tiene un vínculo biológico y afectivo que influye en su hijo o hija. Durante el primer año del nacimiento la mamá constituye para el niño o la niña, la persona que al ofrecerle el alimento vital a través de la lactancia, lo acoge, lo abriga y lo protege. Es con ella que se comunica a través del llanto cuando tiene hambre, sed, sueño, le duele algo, se ha orinado y, en general, cuando tiene algún deseo y necesita algo. Por ello es que en un contexto de dependencia natural cuando la madre responde oportunamente, con pertinencia y con mucho afecto a su llanto y gesticulaciones, se da lugar a la génesis de «la confianza» de su bebé con su entorno.
La mamá le da vida plena a su hijo o hija valorándolo en su condición de persona. Tiene una presencia educadora innata sobre todo en lo emocional- durante la gestación, los primeros años de nacimiento y a lo largo de toda la vida. Con su manera de ser y actuar, de relacionarse y orientarlo cercanamente va a marcar favorable o desfavorablemente los primeros aprendizajes sensoriales, psicomotrices, personales sociales y comunicacionales del niño o la niña. Su sensibilidad, su ternura, su mirada, sus movimientos, sus palabras y gestos, así como el disfrute de su maternidad impactan en su desarrollo humano.
Ella tiene un rol magisterial en la «educación maternal» o inicial de 0 a 5 años y en toda la básica, al tener la posibilidad de contribuir conjuntamente con los profesores del sistema educativo al desarrollo, por ejemplo, de la autonomía, la seguridad, la iniciativa, el sentido de pertenencia, la autenticidad, la confianza, el sentimiento de laboriosidad y la consolidación de la autoestima y la identidad. Igualmente de coadyuvar al desarrollo de sus capacidades, así como al aprender a conocer y hacer. Su permanente tarea tutorial y de consejería la lleva a estar pendiente de su pupilo durante todo su ciclo vital para ayudarle a ser saludable, buen ciudadano, buen padre o madre de familia y un buen trabajador.
Es conveniente señalar que la función docente que cumple la mamá debe ser compartida igualmente por el papá, en el marco de un hogar empático, armonioso, respetuoso, con liderazgo y límites claros, confiable, con paz, motivador y, por supuesto, con mucho amor. Este clima positivo, desde luego, debe darse en las familias nucleares, extensas y monoparentales.
Por todo lo señalado, se puede inferir que la mamá es la primera maestra de los hijos. Este artículo ha sido escrito con la finalidad de rendir homenaje a nuestras mamás, al conmemorarse el próximo domingo 12 de mayo su día jubilar.
Idel Vexler
Fuente: diariocorreo.pe