El 29 de junio, festividad de San Pablo y San Pedro, es el Día del Papa. En todas las diócesis del mundo se realiza la colecta del Óbolo de San Pedro, con la que los católicos le ofrecen al Santo Padre una ayuda económica como expresión de apoyo a las necesidades de la Iglesia Universal y a las obras de caridad a favor de los necesitados.
Sostenimiento de la Sede Apostólica
El criterio que inspira la práctica del Óbolo es el siguiente: los donativos se emplean en obras misioneras, iniciativas humanitarias y de promoción social, así como el sostenimiento de las actividades de la Santa Sede.
Una práctica muy antigua
Con el nacimiento del cristianismo nació también la práctica de ayudar a los encargados de anunciar el Evangelio. Los anglosajones, tras su conversión en el siglo VIII, se sintieron muy unidos al Obispo de Roma y decidieron enviar de forma habitual una contribución anual al Papa. Así surgió el “Denarius Sancti Petri” (Limosna a San Pedro), que pronto se difundió por lo países europeos.
Esta costumbre tuvo que pasar por diversas vicisitudes a lo largo de los siglos, hasta que fue regulada de manera orgánica por el Papa Pio IX en la Encíclica “Saepe Venerabilis”, el 5 de agosto de 1871.